Ciudadanía y Participación de las Mujeres: a Tres Años de la Rebelión del Movimiento Social en Oaxaca

Ana María Hernández Cárdenas

Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A.C.

En la historia del pensamiento moderno, el feminismo ha logrado hacer una de las críticas más profundas al orden social, a la práctica personal y política, y ha sido capaz de proponer un nuevo orden: el que hace de la igualdad de género una «noción elemental de la democracia».

Esta ruptura epistemológica cuestiona la universalidad de un sujeto abstracto de derechos; y hace evidente la discriminación y el déficit democrático respecto a la participación política de las mujeres.

Superar el déficit democrático implica el reconocimiento de las mujeres como sujetas y ciudadanas plenas, el ejercicio activo de todos los derechos humanos de las mujeres, incluyendo el de la participación política y el acceso a las estructuras de poder en la vida pública, un protagonismo real de las mujeres en la configuración legal, social y material de nuestro país.

El modelo económico y la cultura sexista niegan a las mujeres los medios para acceder y controlar recursos económicos y políticos; limitan su participación política, tanto en el ámbito formal como en procesos de liderazgo social, y profundizan la desigualdad social y simbólica de las mujeres, quienes viven las peores condiciones de pobreza, explotación, acceso a la propiedad, precariedad y desigualdad laboral, y acceso al tiempo libre; además, viven paralelamente procesos permanentes de violencia y se enfrentan a la negativa social de acceder al control y autorregulación de las decisiones sobre su propio cuerpo.

Una discusión central en el asunto de la ciudadanía y la participación de las mujeres se da en la búsqueda de una democracia paritaria, esto es que el poder, el dinero, el empleo y las responsabilidades familiares, finalmente, se compartan. Sencillo pero nos ha llevado años. Este es el reto de los sistemas democráticos en tanto procesos de “sucesivas ampliaciones de la ciudadanía, e inclusión de quienes han sido marginados del sistema y del debate público”

La política sigue siendo un espacio fundamentalmente masculino. En México, hay 3.5% de mujeres presidentas municipales y en el Congreso, la Cámara de Diputados llegó a su máximo histórico a partir de la ley de cuotas a una representación de 22% en la pasada legislatura. En Oaxaca ese porcentaje para de mujeres legisladoras del Congreso saliente representó el 26% y de cara a la mueva composición ha descendido a 22%.

Organizaciones feministas y de mujeres han forjado un proceso de incidencia política y un marco normativo internacional que protege, y hace exigible y vinculante el derecho a la participación política de las mujeres.

El reto va en la línea del reconocimiento de las mujeres como ciudadanas plenas, que no nos estigmatice como “madresposas”, como ente aislado o sector, que se avance en una democracia paritaria, de igualdad real de trato y oportunidades tanto en el ámbito público como en el privado. Al final de cuentas la lucha es por acabar con la desigualdad estructural de las mujeres.

La igualdad es un desafío de la democracia, igualdad como capacidad de ejercicio de poder, no sólo de resistir, sino de contar con la fuerza y los recursos necesarios para la autonomía; igualdad como equivalencia o “tener el mismo valor en el sentido de no ser considerada ni por debajo ni por encima del otro”; igualdad como equifonía o “la posibilidad de emitir una voz que sea escuchada y considerada como portadora de significado, goce y credibilidad”

Los ámbitos de la lucha de las mujeres por su ciudadanía

En la búsqueda por ampliar las ciudadanías restringidas que han vivido las mujeres, los ámbitos de acción y participación han sido muchos y diversos:

  • La lucha por la participación comunitaria. Las mujeres indígenas de distintas comunidades han reflexionado y pugnado por ampliar los niveles y ámbitos de su participación en las decisiones tomadas en la asamblea por el bien común. La Red de Mujeres Mixes por ejemplo.
  • La lucha por una vida libre de violencia. Que se ha convertido en un frente obligado de participación ante la creciente violencia feminicida y feminicidio que se da en la mayoría de los estados del país.
  • La lucha por los derechos sexuales y reproductivos. Por el derecho a decidir sobre el propio cuerpo. La despenalización del aborto en el DF por ejemplo, sin duda ha sido un indicador claro de ampliación de ciudadanía para las mujeres
  • La lucha por la ampliación de espacios para las mujeres en el ámbito de los cargos públicos. La paridad, la ley de cuotas
  • La lucha por recuperar el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad. Que en la actualidad estos derechos son amenazados por las posiciones y estrategias de la derecha gobernante y militante que opera en México.

La participación política de las mujeres en la crisis política de Oaxaca

CONTEXTO

Resistencia civil pacífica en Oaxaca. Un movimiento social emergente en el que la participación de las mujeres ha sido crucial. Protagonistas y copartícipes de cientos de acciones públicas, de resistencia y de discusión; defensoras de los derechos de familiares víctimas de violaciones a sus garantías individuales, y voces alzadas contra la impunidad. Sin el aporte de las mujeres, este movimiento sería en número e importancia, sin duda, la mitad de lo que ha sido.

Ellas, las colonas las indígenas, las campesinas, las maestras, las feministas las amas de casa, las estudiantes, todas han ayudado a tejer la historia actual de esta entidad y quizás, de México. Desde la audaz e insospechada toma de la televisora estatal y de distintas estaciones radiales que sirvieron como las vías principales de comunicación y articulación del movimiento, hasta el sostenimiento de los plantones y las barricadas que sirvieron como protecciones ante los operativos nocturnos de los grupos de pistoleros del gobernador que en distintas ocasiones han atacado a los pobladores. Desde la organización de los foros de discusión, hasta ponerle voz a la atrocidad.

Es sabido que esta parte de la historia comienza el 14 de junio de 2006, día del intento de desalojo violento del plantón magisterial en el zócalo oaxaqueño, los agravios largamente acumulados en la historia de los pueblos de Oaxaca, hicieron crisis. El discurso de la gobernabilidad y la democracia en Oaxaca, como cortina de humo, cayó para dar paso a calles repletas de cientos de miles de indignados puños, de voces que a coro sorprendieron con su tenaz: «¡Ya cayó, Ulises ya cayó!» Síntesis última de las demandas políticas, de los pendientes sociales, de las deudas históricas con uno de los pueblos más pobres, violentados y olvidados de México.

Se sumaron entonces el rechazo popular al intento de desalojo y las demandas pendientes de diversos sectores y movimientos sociales: el indígena, campesino, de las mujeres, sindical, entre otros. Y surgió la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, (APPO), instancia amplia y plural que agrupa gran parte del movimiento social en la entidad.
Y si el factor de unidad es la caída de Ulises Ruiz, el pensamiento y el ideal colectivo giran en torno a la transformación profunda de Oaxaca. Transformación política, social, que vuelva realidad la Democracia, la Justicia, los Derechos Humanos, la Equidad entre mujeres y hombres, la No Violencia y la No Discriminación. Y las formas, en Oaxaca el pueblo, es decir, las mujeres con sus cacerolas, las y los indígenas, las y los jóvenes impetuosos, los y las ancianas de paso lento y sabiduría añosa, son los y las autoras de las barricadas, de las marchas multitudinarias.

Son quienes han puesto su dicho en las reuniones y foros; quienes integran las organizaciones y nombran representantes para la Mesa única de Negociación con la Secretaría de Gobernación.

Para las mujeres, la crisis fue oportunidad. Cientos de miles salieron a la calle y reclamaron el lugar, el espacio, el tiempo que les ha sido negado. La Coordinadora de Mujeres de Oaxaca Primero de Agosto es un ejemplo concreto, un medio de organización de las mujeres populares y se forma para potenciar su presencia y accionar dentro del movimiento mixto.

Sin embargo, la movilización pacífica, el hombro con hombro, el reclamo argumentado, la iniciativa ante el Congreso han dado frutos indeseados: más de seis mil efectivos de la Policía Federal Preventiva (PFP) ocupan desde el 29 de octubre el centro histórico de la ciudad de Oaxaca; suman ya 17 muertos; 450 detenidos y detenidas; hay todavía casi 30 personas desaparecidas; incontable el número de heridos y de cateos en viviendas particulares. Entre las víctimas de la represión se cuenta a decenas de mujeres detenidas y desaparecidas, de mujeres amenazadas y hostigadas. Ahí están además todas las afectadas por las consecuencias de la represión y asesinato a sus familiares. Tan sólo el pasado 25 de noviembre, paradójicamente el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, fue el día de mayor represión en todo este tiempo, y se estima en trece, las mujeres desaparecidas. Fueron 41 las detenidas, hay denuncias de tortura, de trato inhumano.

Hay líderes amenazados y detenidos, defensores de los derechos humanos acosados, rumores de ejecución de más de 200 órdenes de aprehensión y un clima generalizado, que parece corresponder más a la década de los 70 que al siglo veintiuno.

Algunas propuestas

En ese sentido surgen las siguientes propuestas:

  • Abatir el clientelismo y el corporativismo en todas sus formas, porque no podremos hablar de derechos mientras haya mujeres que voten bajo coerción, por temor, ignorancia o hambre.
  • Fortalecer el acceso a la información, la transparencia y la rendición de cuentas de los órganos de gobierno, como medidas indispensables para la vigilancia y la ciudadanía de las mujeres.
  • Impulsar la paridad electoral, sin la cual no habrá igualdad en la participación política de las mujeres a mediano plazo.
  • Establecer en el Plan Nacional de Desarrollo objetivos para dotar a las mujeres de competencias para mejorar su acceso a puestos de toma de decisión, de planificación y gestión de políticas públicas.
  • Feminizar los nombres de funciones para contrarrestar el poder lingüí­stico y simbólico «a favor de un lenguaje no sexista de los derechos humanos»
  • Introducir la idea de paridad en la Constitución, no en referencia a la discriminación, lo que asimilaría a las mujeres a un grupo particular, a una minoría, que no somos, sino en el sentido de establecer que: «la ley favorece la igualdad de acceso a cargos y funciones para los hombres y las mujeres».
  • Promover una efectiva apropiación por parte de la población femenina y la sociedad en su conjunto, de los derechos de las mujeres a través de: 1) Campañas que difundan los derechos, los mecanismos para hacerlos exigibles y justiciables; y a las instituciones responsables. 2) Mayor acceso de las organizaciones que promueven los derechos de las mujeres a los medios masivos de comunicación. 3) Incentivos fiscales a empresas que promuevan la equidad y la no discriminación.
  • Fortalecer el conocimiento de estadísticas desagregadas por sexo en particular en torno al empleo formal e informal, pagado y no pagado, el tiempo libre y la distribución de responsabilidades familiares, e invertir recursos para la investigación operativa

 Oaxaca de Juárez marzo del 2009